Si es usted hombre y natural de Castilla y León, sepa que tiene casi un 100% de probabilidades de quedarse calvo a lo largo de su vida. Si es mujer, puede que esté incluida en el 33% de la población femenina regional que padecerá alopecia. Una posibilidad elevada, desde luego. Tanto, que supera en ambos casos a la media nacional, que se sitúa en el 89% en el caso de ellos y en el 16% en el de ellas. Los datos los extrae el doctor Eduardo Núñez de un test genético realizado en Castilla y León. No solo es que la región esté por encima de la media. Es que según los autores del estudio «los castellanos y leoneses son los más propensos a padecer pérdidas de cabello».
Y poco se puede hacer por evitar la caída del cabello, salvo saberlo con antelación sometiéndose a un test genético. «La causa prevalente que motiva la alopecia es la causada por las hormonas masculinas, tanto en hombres como mujeres», explica el doctor Núñez. Es decir. La alopecia está escrita en el código genético. Otra cosa es cuándo se vaya a producir. «No es lo mismo desarrollar alopecia a los 25 que a los 50, pero lo que se estima es una incidencia a lo largo de la vida de las personas. Hay dos grandes momentos de caída, en torno a la veintena para los que empiezan de forma precoz, y en torno a los cincuenta años una segunda oleada importante de avance de la alopecia».
También se puede ralentizar algo. Para eso están los tratamientos que funcionan, y aquí no se engloban los crecepelos milagrosos, «que han sido la gran estafa de la historia de la humanidad», sostiene Núñez. «El tratamiento con Minoxidil (loción) o con inhibidores de una enzima que actúa sobre las hormonas masculinas, Finasteride o Dutasteride, ha demostrado que tiene un efecto positivo sobre la evolución de la alopecia, la ralentizan. Pero no consiguen modificar el curso de la alopecia androgénica», explica el doctor.
Lo peor es que el espejo alerta con retraso de que la alopecia ya está aquí. «El pelo tiene una serie de receptores androgénicos y cuando las hormonas masculinas actúan sobre ese receptor, tiende a originar pelos cada vez más finos y más cortos hasta que en un momento determinado desaparece la unidad folicular y te vas quedando calvo. Esto no es evidente hasta que no se han perdido aproximadamente el 50% de los pelos. Empiezas a notar que aquello es una situación a valorar cuando en realidad has perdido ya la mitad de tus unidades foliculares», advierte el doctor Eduardo Núñez.
Y así se llega al último punto: La única técnica que puede conseguir reparar en cierto modo el daño provocado por esa predisposición genética es el implante capilar con el Robot Artas.
El injerto capilar
Es aquí donde aparece el robot que promete revolucionar este tipo de tratamientos, del que existen tan solo seis unidades en España. Una de ellas está en el Hospital Campo Grande de Valladolid, y atiende a toda la población de Asturias, Cantabria y Castilla y León, porque no hay otro en las inmediaciones. Pero para entender mejor cuál es el avance de este robot hay que repasar primero la breve historia de los injertos capilares. Antes que nada, ¿en qué consisten? Pues en coger pelo de otra región y reubicarlo. Y no por capricho, claro. «Las personas que tienen alopecia presentan una mayor densidad capilar en la región occipital y las temporales laterales. Eso no es casualidad. Se debe a que esos folículos no son sensibles a la hormona masculina en la misma medida. No se caen. No tiene nada de mágico. Simplemente hay unas determinadas unidades foliculares que no son sensibles a la acción de la alopecia. ¿Qué es lo que hacemos? Administrar el excedente».
Menos errores
Lo segundo es cómo hacerlo. «Antaño se cogía una tira de la región posterior, se dejaba al paciente una cicatriz de unos treinta centímetros que podía originar algunas secuelas y se iban extrayendo los pelos de esa tira. Era un proceso manual y con los errores propios de un ser humano, porque por muy adiestrado que estuvieras, muchos pelos resultaban dañados. Obtenías un determinado número de unidades foliculares, que no eran grandes cantidades, y el problema era que con unas cantidades pequeñas se querían cubrir superficies muy extensas y el resultado podía ser insatisfactorio».
Pero esa técnica evolucionó, afortunadamente. «Se comenzó a realizar una extracción folículo a folículo manualmente. Es un proceso lento y en las mejores manos se conseguían extraer 250 unidades por hora, se seccionaban el 20% de ellas porque el pelo tiene un ángulo de salida y si no te ajustas perfectamente, acabas por cortarlo. La ventaja era que no originaba secuelas cicatriciales, solo un punteado muy disimulable al poco tiempo. Y todo el proceso era un poco a ojo».
Y es en ese momento, que todavía sigue vigente, en el que entra el robot Artas del Hospital Campo Grande. «Ingenieros de montaje de vehículos y cirujanos americanos desarrollaron un robot que mecaniza todo este proceso, que ha pasado de ser una artesanía a ser mucho más preciso y mecanizado. El robot trabaja en un cuadrante y te dice exactamente lo que tienes, ochenta unidades foliculares por centímetro cuadrado, por ejemplo. Y yo sé que debo dejar en torno a cincuenta para que no se note que he extraído. Sé que el grosor del pelo es este, que tiene determinado ángulo, y el robot ataca con un margen de seguridad en ese ángulo. Así se consigue extraer mil unidades a la hora y el nivel de rotura es de un 8%».
Un avance que implica, además, varias ventajas más. Como por ejemplo, la reducción de los plazos de la operación. «Nos permite extraer más unidades, de mejor calidad y ofrecer injertos capilares de mejor calidad, porque una vez extraído el pelo tiene un tiempo de vida fuera del organismo. Un injerto medio está entre 1.500-2.000 unidades foliculares y ronda las dos horas y media o tres de extracción y dos horas más de implantación, con un periodo de descanso entre medias para el paciente».
El precio de estos tratamientos oscila entre los 6.000 y los 9.000 euros, siempre en función del número de unidades foliculares que se trasplantan.
Los datos
89% es la probabilidad media nacional de que un hombre padezca alopecia androgénica –relacionada con los genes masculinos– a lo largo de su vida. En Castilla y León esa probabilidad «se acerca al 100%».
33% es la probabilidad que tienen las mujeres de Castilla y León de padecer alopecia androgénica, frente a un 16% del resto de España, según los tests realizados.
1.000 unidades capilares a la hora es capaz de extraer el robot Artas, frente a los 250 que consigue un cirujano diestro. El índice de rotura –el cabello se corta si no se extrae con el ángulo correcto– es de un 8% frente al 20% del proceso manual.
6.000 euros, hasta los 9.000, es el precio medio de un injerto capilar. El precio varía en función del número de unidades foliculares que se implantan. Un injerto medio es de entre 1.500 a 2.000 unidades.
50% Cuando la alopecia es evidente ya se ha perdido la mitad del pelo.